inventivasocial on Wed, 18 Feb 2004 13:50:39 +0100 (CET)


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[nettime-lat] OPACIDAD Y TRANSPARENCIA


Volver al mar*
-al Protocolo de Kyoto-

Cuando la costra fum�nea del mundo 
generada impulsada "ambientada"
desde le poder de unos pocos acaso suficientes
Homo Erectus
(Sapiens les queda demasiado alagador)
D�a a d�a destruye voraz la fr�gil piel
de esta nave azulina
esfera derivando en trayectorias de equilibrio
indudablemente divino
Me sucede algo de regresar al mar
regresar al agua como cuna y purificaci�n
Como intuyendo otra oportunidad
de hilar la historia

No es falta de coraje sino quiz�s
la m�s sencilla inocencia � la ignorancia
Ante esto de entender tan poco a tantos
por crearme en un remoto capullo de ilusiones
para hoy trashumar buscando
la punta de un arduo ovillo propio
sin alcanzar a vislumbrar la madeja de todos

Quiz�s este darse cuenta
cuente un paso
hacia alg�n lado
mejor que este
quiz�s


En el medio
a veces dan ganas 
de atrasar las eras y los ciclos
pensar como un cet�ceo
o vagar como un celacanto
dormir como un trilobite
y desde ah� empezar
de a poco y con el nudo atragantado
de la vida que ebulle todav�a como siempre

Y volver al mar
que ganas de.

* de Santiago Torales. [email protected]


opacidad y transparencia


1.Transparencia: �una ut�pia a realizarse en otro mundo?

En las sociedades en donde el hombre ha sido un lobo para el hombre campea como toda una tradici�n hist�rica disfrazar lo corrupto de virtuoso, enmascarar la barbarie con el antifaz de la cultura, dar un cariz de bueno a lo que esencialmente es malo, por parte de quienes han jugado  - conciente o inconcientemente - durante la mayor parte de sus existencias, el papel de
bestias civilizadas o civilizatorias.
As� por ejemplo, la riqueza cuando ha sido lograda a trav�s de hechos moral, social o pol�ticamente rechazados o prohibidos (asesinato, saqueo, robo, enga�o, contrabando, etc.), ha buscado seguidamente, y en la mayor�a de los casos con �xito absoluto, integrarse en la "econom�a legal" a trav�s de los m�s simples, complicados o ingeniosos, pero de cualquier forma, efectivos
trucos.

Ahora, en la aldea global, se pone a la orden del d�a un llamado a la transparencia internacional en el estilo que le es propio al capitalismo.

Transparencia en medio de un saqueo que, desde la expansi�n colonialista de los pueblos europeos por todo el globo a partir del siglo 15, a�n no toca fondo. Transparencia, tras un reparto totalmente injusto del poder, las tareas, las riquezas y naturalmente las ganancias a escala mundial.
Transparencia que resultar�a plausible si las medidas que se van tomando intentaran erradicar las enfermedades que han enturbiado la historia econ�mica, pol�tica y social del hombre y no s�lo sus s�ntomas. La riqueza que se ha convertido en dinero, por ejemplo, plenamente conciente
de sus fuentes e historial desea amnistiarse; pretende borrar en parte su ma�oso pasado repleto de atrocidades, intentando desvanecer de la memoria humana cualquier pecado de origen que en lo venidero lo haga sospechoso ante los ojos de la comunidad local, nacional o internacional.
El paso virtual "m�s grande" hacia el logro de la "transparencia" del dinero lo ha dado La Meca del mismo, Suiza, prohibiendo desde hace ya un par de a�os atr�s que en sus bancos puedan existir, hacia el futuro, cuentas an�nimas (y dando un plazo suficiente para que los "anonimatos opacos" buscasen una soluci�n adecuada frente a las nuevas medidas), las cuales fueron tambi�n, durante este siglo, fuente de tranquilidad y seguridad, presente y futura, para las fugas de divisas, burlamientos fiscales, tesoros nazis y/o an�logos, ocultamiento de fortunas mal habidas, etc., por parte de un numeroso grupo de delincuentes del sector de manejo p�blico y/o privado,
de explotadores inescrupulosos, especuladores y malandrines inteligentes de todo el mundo. Escandaloso negocio delictivo a la cabeza del cual estuvieron los propios banqueros, quienes permitieron durante d�cadas la protecci�n de tales dineros. En el caso latinoamericano, con toda seguridad, las listas de nativos nuestros que figuran (o figuraron) como "buenos clientes" de los
bancos internacionales (o nacionales) que prestan (o prestaron) tales servicios deben abundar. Y tan ejemplar medida tomada por los suizos debe ser reproducida en la aldea global por los dem�s Estados, ampliada en lo posible, extendida no s�lo a las cuentas corrientes, sino tambi�n a las de
ahorro y otros tipos de negocios especulativos con dinero.
Los bancos dejar�n de ser as�, en un aspecto, los delincuentes por encubrimiento que tradicionalmente han sido; pero la medida, m�s formal que efectiva, por s� sola no va a arrojar ning�n resultado ya que se necesitar�a paralelamente una aclaraci�n sobre las personas y los or�genes de las fortunas all� depositadas. Y tal investigaci�n (nada f�cil y costosa) no es asunto del banco, ni est� contemplada como complemento de las medidas de transparencia tomadas. La norma, al estilo de la comida que ofrecen los macdonalds, aparece atractiva ante los ojos pero su verdadero valor nutritivo es decepcionante.

Otra medida es la tomada por Alemania y Austria a fin de indemnizar a los sucesores de una parte de las personas que durante la segunda guerra mundial fueron obligadas a trabajar gratuitamente para las empresas del 3. Reich, promovida judicialmente. Aqu� no hubo que forcejear mucho: Austria y Alemania aceptaron de inmediato pagar a fin de que el tema no fuese alimento de pol�micas o reflexiones m�s profundas y pasase como una noticia del mont�n por los grandes medios masivos de comunicaci�n. La indemnizaci�n a pagar no guarda una proporci�n justa entre lo tomado y lo devuelto pero ser� otra muestra ante el mundo del deseo ferviente y serio del sistema de explotaci�n, en aquella ocasi�n abiertamente esclavista, de reparar las anomal�as que pudren sus ra�ces con un poquito de dinero.

 �Explote y mate ahora, pague despu�s a precio antiguo, aleluya!
Un caso que todav�a no obtiene una soluci�n, es la demanda entablada a trav�s de un abogado norteamericano, por los descendientes de una gran parte de jud�os asesinados durante la segunda guerra mundial, demanda muy propia del estilo y falsos valores del sistema reinante, esto es, dirigida a resarcir los perjucios - que de cualquier modo son irreparables - mediante el pago de fabulosas sumas de dinero. Intereses ego�stas, individuales, tibia revancha, nuevos ricos fundamentados en el crimen y ninguna soluci�n de fondo al problema de la guerra, los armamentos, los odios raciales, el poder coactivo del Estado no dirigido a la paz y el bienestar social. Si
triunfa la demanda jud�a, desmantelada como est� de cualquier rasgo �tico o de virtud, no triunfar� la justicia o por ello la perspectiva de un mundo mejor; triunfar� el subvalor generalizado de que en la sociedad capitalista cada hombre, vivo o muerto, tiene un precio, calculable, regateable y de cualquier forma abonable en dinero. Si triunfa la demanda jud�a, los Estados comprometidos al grandioso pago tendr�n que ajustar a�n m�s sus cinturones en lo social - uno de los nutrientes predilectos de los movimientos neofascistas en estos pa�ses - lo cual justificar� la promoci�n de la violencia, el odio racista y la vuelta al encierro dentro de s�rdidos
valores camuflados de intereses nacionales. Si no triunfa, el desenga�o y el sabor de injusticia alimentar� las actuales tensiones. Si triunfa o no triunfa la demanda jud�a ser� de cualquier modo un problema para toda la gran aldea, dada la f�til base de la pretensi�n: el dinero.
Naturalmente el intento de transparencia, la cura del dinero (o del capital) no podr�a ser completa sin la presencia del principal actor, en este siglo, de la ponderaci�n del vulgar metal como fuente suprema de poder y felicidad humana, los Estados Unidos de Norteam�rica. All�, las v�ctimas (o herederos de las v�ctimas) del consumo de tabaco han comenzado a exigir cuantiosas
sumas de parte de las grandes firmas productoras de cigarrillos, en resarcimiento de los perjuicios causados por el h�bito de fumar, y en algunos casos, han merecido la atenci�n de los tribunales norteamericanos.
Como en el caso jud�o, un ataque a la superficie y no a la esencia misma del problema. Dada la experiencia ofrecida por la maquinaria judicial capitalista - uno m�s de los costosos aditamentos del sistema, complaciente y ben�vola con los econ�micamente poderosos a pesar de no ser (todav�a) la empresa privada que sue�a David Friedman  - es de preveer que las sanciones
e indemnizaciones que se impongan no ser�n la causa eficiente del desmantelamiento de esta peligrosa industria a corto, mediano o largo plazo.
Se esperan tambi�n demandas contra las f�bricas de alcohol y contra el mism�simo Estado como garante con participaci�n en las rentas que producen �sta y otras industrias totalmente nocivas para el bienestar humano.
Opaca "transparencia" ofrecen los signos de buena voluntad regenerativa del dinero y sus detentadores o las medidas forzadas por las actuaciones judiciales, pues en un mundo donde los ricos crecen en proporciones aritm�ticas y los pobres en proporciones geom�tricas toda esta peque�a avalancha de medidas y reivindicaciones son s�lo el maquillaje moderno y superficial que hoy toman las embusteras bases filos�ficas, �ticas y morales del capitalismo; una m�scara (m�s cara) m�s, en la ya larga y perversa historia de la acumulaci�n de riqueza en pocas manos, un peligroso afianzamiento de la deificaci�n del dinero, una prolongaci�n m�s de la explotaci�n y el canibalismo entre los hombres, disfrazado de civilizaci�n.
Al analizar el fondo de las medidas voluntarias o el car�cter de las pretensiones exigidas, todas enmarcadas en el �mbito de los enriquecimientos materiales principalmente, las conclusiones son claras: se busca dar un pomposo ropaje de perlas y brocados a un cuerpo corrupto y purulento,
descargar la mala conciencia de los ricos mediante un falso "borr�n y cuenta nueva" que no extinguir� ninguno de sus privilegios, o m�s peligroso a�n, se busca acentuar el predicado capitalista de que un poco de dinero puede resarcir hasta los m�s graves y/o aberrantes cr�menes, confirmando la doctrina campeante de que todo el mundo espiritual y material de los
hombres, en la aldea global del capital, es solamente una s�rdida y vulgar mercanc�a.
Desde otra perspectiva, los pobres del mundo - esa gran "masa" inerme, suceptible y manipulable que constituye el 85% de los habitantes del planeta - es atacada a cada segundo con una avalancha ideol�gica de la cual le resulta imposible defenderse: se desv�a la atenci�n respecto a sus problemas concretos, se reparte a manos llenas una �tica y una cultura uniforme que tiene como base el ensue�o y la ignorancia, y donde se pregona a los cuatro vientos las bondades del dinero como liberador esencial de la humanidad. Los medios utilizados no son ya los cartelitos que pon�an los nazis a sus prisioneros en los campos de concentraci�n, donde con toda impudicia escrib�an "el trabajo os har� libres" ; ahora, el capital y sus
detentadores aullan desde los sat�lites a todos sus esclavos en el mundo, en un barullo ensordecedor frente al cual casi nadie puede hacer o�dos sordos:

"el dinero os har� libres".
Transparencia ser�a eliminar la enajenaci�n del capital de las manos del hombre, quitarle ese poder absoluto que ha tomado, ese car�cter de entidad aut�noma capaz de transformar cualquier ser humano a su capricho en una marioneta �til y servil a cualquiera de sus camale�nicos medios, todos ellos dirigidos esencialmente a una meta: su reproducci�n. Porque en el capitalismo, desde hace ya un tiempo largo, el dinero ha dejado de ser un medio para convertirse en un fin en si mismo; un ente demoniaco para quien el ser humano, su felicidad y su bienestar, s�lo importa en la medida en que constituye una herramienta m�s en su proceso reproductivo. Un ejemplo
mundial que sirve para mostrar la bastarda ideolog�a a cerca del valor del dinero y de las cosas que propaga el capitalismo es el hecho de que en la actual "aldea global", tanto en pa�ses pobres como ricos, el auto u otros artefactos son dignos de mayor respeto y cuidado que los padres, la esposa, los hijos o los amigos.

Transparencia ser�a eliminar la c�nica deuda externa de la cual se acusa a los pa�ses en v�as de desarrollo, eliminar las "bolsas de valores" o por lo menos su direcci�n de la econom�a: que gobiernen los intereses de los trabajadores y no los de los accionistas; transparencia ser�a destruir de una vez por todas las f�bricas de armamentos, desestimular pol�ticamente al
m�ximo la producci�n y el consumo de tabaco, de alcohol y otros venenos para el cuerpo y para el alma hasta hacerlos desaparecer, eliminar la cr�a y asesinato de animales para el "aprovechamiento" humano, hacer que los alimentos no se pudran en estantes y bodegas mientras millares de personas sufren hambre y desnutrici�n porque no tienen dinero para comprarlos,
asegurar la existencia, salud y educaci�n de las personas y despu�s s� ocuparse de lo dem�s, mirar el mundo y las grandes maravillas que �l contiene con amor y respeto y no como un objeto explotable; en otras palabras, servir al planeta y la naturaleza y no servirse de ellos
irreflexiva e inescrupulosamente.

El capitalismo - como fase superior de la barbarie - es una etapa de la historia llamada a ser superada a fin de poder salvaguardar la existencia del planeta y de seres verdaderamente humanos. Con todo, metas superiores en el desarrollo individual y social son imposibles sin una reflexi�n y toma de conciencia sobre lo que fuimos, somos y queremos ser; a su vez el proceso
hacia esas metas superiores no puede esperarse que provenga como por arte de magia de parte de un gobierno, la empresa p�blica o privada pues debe, como principio esencial, nacer en el interior de cada ser humano, irradiarse, compartirse y reproducirse; no obstante, debe tambi�n traducirse en acciones pol�ticas - individuales y colectivas - consecuentes con el logro de tales
objetivos.

(Salzburgo, noviembre 2000)

* de Luis Alfredo Duarte Herrera
[email protected]





2.Lo que deber�a salir a la luz en un juicio a Saddam*

Tendr�an que ventilarse los aportes y respaldos que el ex dictador iraqu�
recibi� de Occidente; y en especial, de Reagan y Bush padre.

*por Noam Chomsky. 


La larga y tortuosa relaci�n entre Saddam Hussein y Occidente plantea dudas respecto de qu� temas -y situaciones inc�modas- pueden llegar a surgir ante un tribunal.

En un juicio justo (algo virtualmente inimaginable) a Saddam, un abogado defensor bien podr�a llamar a declarar a Colin Powell, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Bush padre y otros altos funcionarios de los gobiernos de Reagan y Bush, que brindaron un importante respaldo al dictador a pesar de las atrocidades que comet�a.

Un juicio justo aceptar�a por lo menos el principio moral elemental de la universalidad: acusadores y acusados deben someterse a las mismas normas.
Los antecedentes de los tribunales de cr�menes de guerra son turbios. Incluso en Nuremberg, el menos deficiente de tales tribunales (y ante lo que seguramente fue la peor colecci�n de delincuentes de la historia), la definici�n operativa de "crimen" era la de algo que hab�an hecho los alemanes pero no los aliados.

En un juicio verdaderamente justo, sin duda es relevante, tal como lo demuestra una serie de datos del Congreso y otras fuentes, que Washington haya tenido un turbio acuerdo con Saddam en la d�cada de 1980. El pretexto inicial fue que Irak pon�a un freno a Ir�n -al que atacaba con respaldo estadounidense-, pero el apoyo continu� hasta mucho despu�s de finalizada la guerra.

Los responsables de tal pol�tica acomodaticia son los que ahora llevan a Saddam ante la justicia. En su condici�n de enviado especial de Reagan a Oriente Medio, Rumsfeld visit� Irak en 1983 y 1984 a los efectos de afianzar las relaciones con Saddam (al mismo tiempo que el gobierno criticaba a Irak por el uso de armas qu�micas).
Powell fue asesor de seguridad de Bush padre desde diciembre de 1987 a enero de 1989, y unos meses despu�s se convirti� en presidente del Estado Mayor Conjunto. Cheney fue secretario de Defensa de Bush padre.

Powell y Cheney desempe�aron puestos de gran importancia en la toma de decisiones durante el per�odo en que Saddam cometi� las peores atrocidades, la matanza de los kurdos de 1988 y el aplastamiento de la rebeli�n chi�ta que amenazaba con derrocarlo en 1991.

En la actualidad, con Bush hijo, Powell, Cheney y otros sacan a relucir constantemente dichas atrocidades para justificar el ataque al demonio. Tienen raz�n, pero el elemento crucial del respaldo estadounidense a Saddam durante ese per�odo es algo que est� ausente.

En octubre de 1989, Bush padre dio a conocer una medida de seguridad nacional en la que se declaraba que "una relaci�n normal entre los Estados Unidos e Irak contribuir�a a nuestros intereses de largo plazo e impulsar�a la estabilidad en el Golfo y en Oriente Medio".

Los Estados Unidos suministraron alimentos subsidiados que el r�gimen de Saddam necesitaba desesperadamente luego de haber destruido la producci�n agr�cola kurda, as� como tambi�n tecnolog�a de avanzada y agentes biol�gicos adaptables a armas de destrucci�n masiva.

Cuando Saddam se excedi� e invadi� Kuwait en agosto de 1990, las pol�ticas y los pretextos cambiaron, pero hubo un elemento que sigui� siendo constante: el pueblo iraqu� no deb�a tener el control de su pa�s.

En 1990 las Naciones Unidas impusieron sanciones econ�micas a Irak, sanciones que administraron sobre todo los Estados Unidos y Gran Breta�a. Esas sanciones, que se prolongaron durante las presidencias de Clinton y de Bush hijo, son tal vez el legado m�s doloroso de la pol�tica estadounidense respecto de Irak.

Ning�n occidental conoce mejor Irak que Denis Halliday y Hans von Sponeck, que se desempe�aron sucesivamente como coordinadores humanitarios de la ONU desde 1997 hasta el a�o 2000. Ambos renunciaron como protesta por el r�gimen de sanciones, que Halliday calific� de "genocida".
Al igual que Halliday, von Sponeck y otros hab�an destacado durante a�os que las sanciones resultaban devastadoras para la poblaci�n iraqu� y fortalec�an a Saddam y a su camarilla al aumentar la dependencia del pueblo del tirano para poder sobrevivir.
"Respaldamos el r�gimen de Saddam y negamos toda oportunidad de cambio", dijo Halliday en 2002. "Creo que si los iraqu�es pudieran recuperar su econom�a y su vida, si pudieran restablecer su forma de vida, se ocupar�an de tener la forma de gobierno que quisieran, que consideraran adecuada para su pa�s".

Se permita o no que esta historia salga a la luz en un tribunal, el tema de qui�n estar� al mando en Irak en el futuro sigue siendo de suma importancia, y es algo que en este momento est� en disputa.
Aparte de ese tema crucial, aquellos a quienes les preocupaba la tragedia de
Irak ten�an tres objetivos b�sicos:


derrocar la tiran�a,


poner fin a las sanciones que afectaban al pueblo, no a los gobernantes,

preservar cierta apariencia de orden mundial.

Las personas dignas no pueden estar en desacuerdo con los dos primeros objetivos: su logro es motivo de alegr�a, sobre todo, para aquellos que protestaron por el apoyo estadounidense a Saddam y luego se opusieron al devastador r�gimen de sanciones. Es por eso que pueden aplaudir sin hipocres�a. El segundo objetivo sin duda podr�a haberse conseguido, y es posible que tambi�n el primero, sin socavar el tercero.

El gobierno de Bush declar� abiertamente su intenci�n de desmantelar lo que quedaba del sistema del orden mundial y regir el mundo por la fuerza, e Irak fue un ejemplo de ese proyecto.
Esa intenci�n provoc� temor y a menudo odio en todo el mundo, as� como tambi�n desesperaci�n entre aquellos a quienes les preocupan las probables consecuencias de optar por seguir siendo c�mplices de la actual pol�tica de agresi�n de los Estados Unidos. Esa, por supuesto, es una opci�n que depende sobre todo del pueblo estadounidense.

Copyright Clar�n y Noam Chomsky, 2004. Traducci�n de Cecilia Beltramo.

FUENTE: www.clarin.com





3.La paz eterna y los perversos*


*Por Osvaldo Bayer


 Al anochecer del 24 de diciembre de 1914 se abre la cortina de nubes sobre el campo de batalla de Flandes en la primera Gran Guerra europea. El cielo se vuelve claro de puras estrellas y la luna llena envuelve el campo de batalla poblado de cr�teres, en una luz tenue. De pronto, los soldados brit�nicos no quieren creer a sus ojos. En las trincheras alemanas de
enfrente se encienden velas que iluminan diminutos �rboles de Navidad. �Acaso una nueva artima�a guerrera de los odiados hunos de enfrente? Pero no, porque se oyen c�nticos. "Noche de paz, noche de amor", cantan voces rudas de gargantas viriles. Y despu�s: "Ha nacido un rosa". "Well, done, Fritzens", gritan ahora los estupefactos soldados ingleses y exigen otra canci�n m�s. Y desde las gargantas alemanas surge ahora el "Merry Christmas, Englishmen". "No tiramos, no tiren."

As� comienza la nota de Volker Ullrich sobre el libro de Michael J�rgs, La peque�a paz en la Gran Guerra. Las dos caras del hombre. En la tierra de nadie de una guerra de trincheras llenas de cad�veres despanzurrados, de gente joven sin piernas ni cabezas, un campo con margaritas silvestres pleno de sangre y mierda y uniformes, uniformes y medallas, de pronto eso. Las canciones de la ni�ez de las sagradas navidades. El salir al campo sin armas, abrazarse al enemigo y primero enterrar a los muertos antes de brindar y cantar abrazados. Alemanes e ingleses. Pero tambi�n en otros sectores, alemanes y franceses. �C�mo explicar esto? �C�mo explicar que, pasada la noche, los soldados volv�an a sus trincheras, sus fusiles y sus ca�ones, y apuntaban con toda fiereza a los ojos, a la frente, al coraz�n del enemigo para verlos saltar a la
muerte, abrirles las barrigas, dejar que mostraran los chinchulines como en una mercado de carne? �C�mo se explica? El historiador ingl�s, con cierta ferocidad, lo explica como un inconsciente impulso instintivo hacia la muerte, haciendo menci�n a Freud. El episodio relatado en los partes militares con verg�enza y pedido de castigo que va de la pena de muerte al env�o al frente m�s expuesto de la guerra, hoy se ense�a en los colegios y se pone a discusi�n de los alumnos adolescentes.
Y justamente fue citado por los medios el jueves, al cumplirse los doscientos a�os de la muerte del m�s grande de los fil�sofos alemanes (como titularon casi todos los diarios de ese d�a): Immanuel Kant. Y lo que m�s se ha citado del noble y humilde fil�sofo alem�n es su libro
Hacia una paz eterna, donde detalla las seis condiciones previas para la soluci�n pac�fica de todo conflicto b�lico. Ellas son: 1) No debe valer como tratado de paz aquel que con una reserva secreta prepara el material para una guerra futura. 2) No debe valer para ning�n Estado existente (peque�o o grande, para esto es lo mismo) que ese pa�s pueda ser comprado, cambiado por trueque, vendido o regalado. 3) Los ej�rcitos existentes (miles perpetuus) deben ser disueltos con el tiempo. 4) No debe hacerse ninguna deuda estatal con referencia al comercio estatal exterior. 5) Ning�n Estado debe entrometerse en la constituci�n o en el gobierno de otro Estado. 6) Ning�n Estado debe permitirse, en guerra con otro Estado, tales enemistades que hagan imposible la confianza mutua en la paz futura. Como por ejemplo: empleo de criminales alevosos pagados (percussores), envenenadores (venefici), rompimiento de la capitulaci�n, instigaci�n para la traici�n (perduellio) en el Estado en contienda.
Con esto, el fil�sofo negaba toda pol�tica que ve�a a la guerra como simple continuidad de la pol�tica por otros medios o como continuaci�n del uso de los instrumentos de poder.
Kant fue un cristiano sin religi�n y sin Biblia. A �l le bastaban la raz�n y la �tica, dos productos del Ser. Un buscador de la eliminaci�n del mal y de la codicia. Porque uno se pregunta ahora si las fementidas armas de Saddam Hussein, no encontradas nunca, son m�s motivo de iniciar una guerra que la mansi�n de los Vanderbilt. Dice Julian Hanich en el diarioFrankfurter Rundschau, en el comentario del libro del publicista norteamericano Kevin Phillips La aristocracia americana del dinero: "Cuando se viaja por la Ochre Point Avenue en direcci�n al sur, en Newport, Rhode Island, se da de cabeza de pronto con un edificio que casi le quita la respiraci�n a todos. Un
palacio en estilo neorrenacentista con pasillos con arcadas, columnas corintias y pilastras. Esa residencia no tiene menos de setenta habitaciones. Y para los ni�os, al lado se levanta un edificio parecido.
Ante la terraza se extienden interminables jardines y c�sped. Y detr�s, justo, el Atl�ntico: only the sky is the limit. Es un domicilio de los diez mil que poseen toda la riqueza de Estados Unidos. Uno de los barones ladrones, como eran llamados Rockefeller, Andrew Carnegie y Henry Frick. El
gobierno de Bush es una plutocracia, un gobierno del dinero. Ah� est� el origen de la globalizaci�n. Un castillo de 70 habitaciones para unos; para millones, en cambio, barro, paja, o la calle y la basura. Miles de bombas que han matado a madres, a ni�os, a enamorados en Bagdad. Miles. Kant hace doscientos a�os que transforma la filosof�a en �tica, y ahora Bush, todo en
crimen, todo en violencia. Un Hitler con Senado y ministros negros. Doscientos a�os despu�s. Y la culpa la tiene Cuba.
Kant, qu� cerebro, qu� alma. Detiene las guerras con su "hacia la paz  eterna" y los pueblos siguen horas despu�s como los soldados alemanes contra los aliados en Navidad. Kant en vez de las bombas sobre las ciudades abiertas y los ni�os quer�a fundar hace doscientos a�os una comunidad
mundial libre y cosmopolita.
Hubo almas buenas que siguieron el camino de Kant. El ciudadano Julio Cort�zar, el bondadoso. Cu�ntas veces nos vimos en la casa de Soriano, en ese Par�s. Cort�zar, que se nos fue hace veinte a�os, era el hombre del bolsillo abierto, con el coraz�n en esa Am�rica latina de los Sandino y los
Zapata. Nos llen� de letras mostr�ndonos nuevos caminos e interminables sue�os e ilusiones en sus libros irrepetibles. Cort�zar termin� en la pureza corroborada por el hecho de que el presidente de la Rosada no lo recibi�. A Cort�zar, el puro. Me acuerdo del �ltimo encuentro, c�mo acariciabas a esa muchacha, tu amor. Tus ojos adolescentes reviv�an como si estuvieras jugando
a la "Rayuela" y llegaras al cielo para siempre, acompa�ado.


*editado el 14-02-03. fuente : P�gina/12. www.pagina12.com.ar



4.La treta de la teta*


*Mikel Agirregabiria Agirre
Rebeli�n 


La puritana conciencia mundial se estremeci� en el sacrosanto intermedio del partido final de la Superbowl. Se desat� el esc�ndalo cuando, en un montaje preparado, Janet Jackson mostr� su seno derecho ante 100 millones de telespectadores, mientras cantaba "Rock your body" con el novio de Cameron D�az. El deificado �dolo adolescente Justin Timberlake cumpli� literalmente la �ltima estrofa: "Better have you naked by the end of this song" (Voy a tenerte desnuda al final de esta canci�n).

La "herman�sima" de Michael Jackson se enfrenta ahora a una querella por su semi-topless, acusada por una vecina de Tennessee que pide una millonaria indemnizaci�n por el "obsceno" pecho que se vio obligada a presenciar durante el interludio de la retransmisi�n deportiva. En nombre de todos los norteamericanos, esta persona presenta una demanda colectiva reclamando pagos compensatorios y punitivos "m�ximos" a los cantantes, as� como a las cadenas CBS y MTV que difundieron y produjeron el show, acus�ndoles de haber previsto "actos de car�cter sexualmente expl�cito, con el fin de garantizarse publicidad y acrecentar las ganancias".

Michael Powell, Director de la Comisi�n Federal de Comunicaciones e hijo del Secretario de Estado Colin Powell, declara estar indignado: "Como millones de estadounidenses, mi familia y yo nos reunimos frente al televisor para una fiesta. Pero fue empa�ada por un truco sin clase, grosero y deplorable. Nuestros ni�os, padres y ciudadanos merecen algo mejor". Este dirigente orden� "abrir una investigaci�n inmediata" sobre la transmisi�n, y prometi� que ser� "exhaustiva y r�pida".

La diligencia en la investigaci�n que se niega a las invisibles "armas de destrucci�n masiva" se aplica a la visible gl�ndula mamaria de Janet. La imp�dica inmoralidad de una guerra gratuita con 50.000 muertos es una nimiedad frente a un pez�n. La indignada ciudadan�a merece buenas guerras, reales con tecnolog�a o sublimadas por el f�tbol americano o no, pero no est� preparada para ver medio busto femenino.

En la Espa�a de Aznar, ese presidente del club europeo de los fans de Bush, nadie se pregunta qu� fue de las armas de destrucci�n masiva que justificaron una "guerra humanitaria". TVE repone "Un, dos, tres. responda otra hez" con minifalderas de los primeros a�os 70 para nost�lgicos que entonces viv�an en un r�gimen feliz. O para despistar antes de las elecciones se recurre a la TETA sin T. Ya se sabe, el poder de la televisi�n como "arma de distracci�n masiva". �sta es la receta: Meta una teta en la dieta y no le echan con la maleta. �Menuda jeta! 

http://www.mikelagirregabiria.tk 


*fuente: www.rebelion.org



  

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