ingrassia/colovini on 27 Dec 2000 05:10:13 -0000


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La organizaci�n de las apariencias

Raoul Vaneigem

[cap. 14 de La revoluci�n de la vida cotidiana, 1967]


La organizaci�n de las apariencias es un sistema para proteger a los hechos.
Representa a los acontecimientos en una realidad mediatizada para prevenir
que emerjan de maneras no mediatizadas. El poder unitario organiza a las
apariencias como un mito. El poder fragmentario organiza las apariencias
como espect�culo. Desafiada, la coherencia del mito se convierte en el mito
de la coherencia. Magnificada por la historia, la incoherencia del
espect�culo se vuelve espect�culo de la incoherencia (p.ej., el 'pop art',
una forma contempor�nea de putrefacci�n consumible, es tambi�n una expresi�n
de la putrefacci�n del consumo contempor�neo). La pobreza del 'drama' como
g�nero literario es proporcional a la colonizaci�n del espacio social por
actitudes teatrales. Desplazado del escenario, el teatro penetra la vida
cotidiana e intenta dramatizar el comportamiento diario. La experiencia
vivida es vertida en los moldes de los roles. La tarea de perfeccionar los
roles ha sido entregado a los expertos.

"El mundo ideal", dice Nietzsche, "es una mentira inventada para privar a la
realidad de su propio valor, de su sentido, de su verdad. Hasta ahora el
ideal ha sido la maldici�n de la realidad. Esta mentira ha ocupado a la
humanidad de tal manera que ha sido pervertida y se ha falsificado a s�
misma incluso en sus instintos m�s profundos, hasta el punto en que se ha
inclinado hacia valores directamente opuestos a los que anteriormente
aseguraron el progreso asegurando la auto-transformaci�n del presente." La
mentira del ideal es, por supuesto, la mera verdad de los amos. Cuando el
robo necesita justificaci�n legal, cuando la autoridad enraiza el estandarte
del inter�s general mientras persigue fines privados con total impunidad,
�es sorprendente que la mentira fascine las mentes de los hombres,
retorci�ndolos hasta amoldarlos a sus leyes hasta que las contorsiones
lleguen para restituir las posiciones humanas 'naturales'? Y si es cierto
que el hombre miente, se debe a que en un mundo gobernado por las mentiras
no puede hacer otra cosa: �l mismo constituye una falsedad, atrapado en su
propio enga�o. El sentido com�n nunca asevera otra cosa que el decreto
promulgado en nombre de todos contra la verdad. El sentido com�n es una
reformulaci�n de la mentira.

Sin embargo, nadie permanece gimiendo bajo el yugo de la falsedad las 24
horas del d�a. Siempre existen unos pocos pensadores radicales en los cuales
una luz verdadera brilla brevemente a trav�s de la mentira de las palabras;
Asimismo, existen pocas alienaciones que no sean deshechas cada d�a por un
instante, por una hora, por el espacio de un sue�o, por la resistencia
subjetiva. Las palabras nunca est�n por completo en los dominios del Poder,
y nadie permanece siempre en completo desconocimiento de lo que est�
destruy�ndolo. Cuando estos momentos de verdad se extiendan, se revelar�n
como la punta del iceberg de la subjetividad destinado a hundir al Titanic
de la mentira.

* * *

Luego de destrozar al mito, la marea del materialismo se deshizo en
fragmentos en el oc�ano. Una vez la fuerza motriz de esta marea, la
burgues�a terminar� a la deriva. Cuando describe el mecanismo en el cual los
asesinos contratados por el rey regresan a su debido tiempo para ejecutar
sus �rdenes sobre quien se las ha impartido, Shakespeare parece ofrecernos
una descripci�n curiosamente prof�tica del destino reservado para la clase
que asesin� a dios. Una vez que los asesinos del orden establecido pierden
la fe en el mito o, en otras palabras, en el dios que legaliza sus cr�menes,
la maquinaria de la muerte es dirigida hacia sus ide�logos. La Revoluci�n
fue la m�s refinada de las invenciones de la burgues�a. Es tambi�n el lazo
corredizo que la ayudar� a dar su salto hacia el olvido. Es f�cil entender
porqu� el pensamiento burgu�s, asfixiado por la cuerda de su propio
radicalismo, se aferra con la energ�a de la desesperaci�n a toda 'soluci�n'
reformista, a cualquier cosa que pueda prolongar su vida, por m�s que su
propio peso inevitablemente lo arrastre hacia su perdici�n. El fascismo es
de alguna manera una respuesta consistente a este predicamento sin
esperanzas. Act�a como un esteta so�ando con arrastrar al mundo entero
consigo hacia el abismo. Si bien es  l�cido para ver la muerte de su propia
clase, act�a como un sofista cuando anuncia la inevitabilidad  del
aniquilamiento universal. En el presente esta combinaci�n de la muerte
elegida y rechazada constituye es n�cleo del espect�culo de la incoherencia.

La organizaci�n de las apariencias aspira a la inmovilidad de la sombra de
un p�jaro en vuelo. Pero esta aspiraci�n no llega m�s all� de ser una
esperanza vana, unida al esfuerzo de la clase dominante por solidificar su
poder, de escapar de la maldici�n de la historia. Existe, sin embargo, una
diferencia importante entre el mito y su versi�n fragmentada, secularizada,
el espect�culo, respecto a la manera en que cada uno resiste el criticismo
de los hechos. La variada importancia asumida en los sistemas unitarios por
los artesanos, los mercaderes y los banqueros explica la continua oscilaci�n
en estas sociedades entre la coherencia del mito y el mito de la coherencia.
Con el triunfo de la burgues�a sucede algo muy diferente: introduciendo a la
historia dentro del arsenal de las apariencias, la revoluci�n burguesa
historiza a la apariencia y, por ende, convierte a la progresi�n desde la
incoherencia del espect�culo hacia el espect�culo de la incoherencia  en un
proceso inevitable.



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