fran ilich on Sun, 29 Dec 2002 18:38:09 +0100 (CET) |
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[nettime-lat] EZLN is in da House! |
[para aquellos de nosotros quienes quisieramos ver al spiralteknismo y al zapatismo un poco mas conectados. / saludos afectuosos desde el centro de m�xico, en la col. roma / f.] EZLN is in da House! = Angel Luis Lara M�sica tecno y juegos de espejos en el mar de la globalizaci�n La internacional zapatista sobrevuela el planeta. Unas veces nos despierta con el sigilo de su silencio y otras con el ruido transformado en sentido de sus mensajes a�reos. El vuelo raso de su flota de aviones de papel envuelve las ciudades y los campos con el sonido de sus motores. M�s de 180 bpm, el sonido de la selva atraviesa el puente hacia el drum'n'bass y se hace urbano y met�lico. Como las estructuras de los rascacielos, como las agujas que surcan los vinilos, como las mezclas del Dj y el ritmo que vomita la computadora. Cortar y pegar, recoger y actualizar, recibir el golpe y levantarse. No rendirse, fundirse en la multitud. La noche es larga todav�a. La mariposa se despereza y agita con su efecto el mar de la globalizaci�n: el gesto de un ind�gena zapatista sembrado en el aire de la Selva Lacandona aparece al mismo tiempo serigrafiado en la camiseta de un joven londinense. Sobre un cami�n treinta mil vatios de sonido doblan la esquina y toman la avenida. Es s�bado por la tarde. El software de Matrix despierta y disuelve la ilusi�n de los escaparates, el encierro de los c�digos de barras. Ya son cientos los que bailan y ocupan la calle con la fiesta. Reclaim the streets. La m�sica electr�nica, el tecno como agua de mayo, la alegre rebeld�a. El sampler dispara las palabras que el color de la tierra hace brotar a miles de kil�metros de distancia: nosotros nacimos de la noche. �C�mo es posible tal c�mulo de conexiones? �C�mo es posible que en el mar de la globalizaci�n islas aparentemente tan distantes formen archipi�lagos? Preguntas que llevan a m�s preguntas y que se reconocen en los espacios abiertos por la inesperada red mundial de movimientos que ha visto la luz en los �ltimos a�os enterrando cualquier pretensi�n de ponerle fin a la historia, suspendiendo la medi�tica y efimera celebraci�n del neoliberalismo. En cualquier caso, parece que muchas de las conexiones que pueblan los territorios del antagonismo global poseen una naturaleza azarosa. El movimiento de movimientos se ha reapropiado del azar y le ha movido el tablero de juego a los poderosos. Es probable que esta reapropiaci�n del azar est� ocupando un lugar importante y no declarado en el seno de las preocupaciones y l�gicas que mueven las pol�ticas sist�micas actuales. Es una hip�tesis: entre otras cosas, la redefinici�n imperial de las coordenadas del orden mundial y la imposici�n de una guerra global permanente tras el 11 de septiembre de 2001 suponen un desesperado intento por recuperar la iniciativa, por restaurar uno de los principios fundamentales del poder soberano y de su ejercicio de la gobernabilidad: reservarse el azar y atribuir la norma. En este sentido, el reto actual del movimiento de movimientos es saber leer las transformaciones en curso antes de que se hagan visibles, reinventar su primigenia capacidad de imprevisibilidad y anticipaci�n. Hablamos de azar en la determinaci�n de las conexiones, en la multiplicidad inagotable de disparatados y entretenidos juegos de espejos. Es f�cil ver a unos en otros y a otros en unos atravesando esos espejos y traduciendo los reflejos a sus propias lenguas, pint�ndolos con sus colores, poni�ndoles su propio ritmo. Deteng�monos por un momento en una observaci�n: en el marco de este movimiento de traducci�n y transcodificaci�n muchos de los gestos y las claves que han ido apareciendo a lo largo de la vida visible de ese proceso que es el zapatismo son reconocibles en otros espacios y territorios. El Ej�rcito Zapatista de Liberaci�n Nacional (EZLN), sin atribuirse protagonismo alguno, ha actuado como motor simb�lico de una renovaci�n de la rebeld�a plagada de rupturas y redefiniciones. Ha sido m�s una consecuencia no querida de la acci�n, algo azaroso, que se escurre y escapa al c�lculo. Su capacidad de multiplicar esperanzas y reflejar deseos ha impactado en una amplia tipolog�a de territorios. La m�sica es uno de ellos. Una improvisada y abierta guerrilla musical internacional ha puesto ritmo y ha tejido la expresi�n de la solidaridad y la cooperaci�n en los �ltimos a�os a trav�s de conciertos, sound systems y grabaciones paridas en todas las latitudes. Cuando la multitud se expresa, cuando emergen espacios p�blicos y el movimiento toma la calle, la m�sica ocupa un lugar central. Particularmente la m�sica electr�nica y el tecno en el caso de Europa. Desde estas premisas la propuesta de este texto es sencilla: un viaje por las conexiones entre el zapatismo y la m�sica tecno, una exploraci�n de los territorios comunes no declarados expl�citamente, de las coincidencias que azarosamente apuntan hacia un esp�ritu hermano, una naturaleza compartida. Simplemente la propuesta de un entretenido juego de espejos que acabe por atravesarlos. Tecno y zapatismo: el deseo de globalidad. Una aproximaci�n geneal�gica a la m�sica tecno deber�a partir del movimiento The Art of Noise, que a comienzos del siglo XX empez� a experimentar con composiciones inspiradas en el devenir mec�nico y el�ctrico de la ciudad. Construyendo cajas caseras a las que incorporaban diferentes sonidos de la urbe, este grupo de artistas futuristas comenz� a hacer algo parecido al tecno, pero todav�a sin la incorporaci�n de beats, los golpes que delimitan el tiempo r�tmico en la nueva m�sica electr�nica. Al mismo tiempo, compositores como Schaffer y Henry comenzaron a cortar y pegar cintas magn�ticas con el fin de crear piezas musicales con fragmentos de diferentes sonidos, generando as� una pr�ctica de composici�n musical cut-up que segu�a las l�gicas del collage desarrolladas por las vanguardias art�sticas de aquella �poca y que puede ser considerada como un verdadero antecedente del actual sampling que caracteriza y atraviesa las culturas y las m�sicas tecno contempor�neas. El tecno, por lo tanto, no s�lo es heredero del funk, el disco, el dub, el tecnopop y la m�sica industrial de los a�os setenta y ochenta, sino que tambi�n encuentra en las vanguardias art�sticas de la primera mitad del siglo pasado un punto de partida nada desde�able. Con ellas comparte, aparte de t�cnicas concretas de composici�n, su deseo de globalidad, el desarrollo permanente de din�micas globalizadoras que violan e invalidan las fronteras entre diferentes estilos musicales, temporalidades, campos de experiencia, territorios, etc. Es un campo de globalidad, una experiencia que nace y se alimenta de la globalizaci�n. Nombres de sellos discogr�ficos, bandas o colectivos ligados al movimiento tecno como Transglobal Underground, Global Tecno o Global Communication's Universal Language ejemplifican formalmente esta idea. La palabra globalization, de la que parece derivar su hom�loga en castellano, se incorpor� a un diccionario por primera vez en Estados Unidos en el a�o 1961. La sem�ntica de la globalizaci�n obliga a definirla como un concepto polis�mico. Supone una expresi�n que otorga unidad ling��stica a una diversidad de significados que determina tanto su riqueza interpretativa como su intr�nseca ambig�edad pol�tica. La definici�n hegem�nica es aqu�lla que la se�ala como proceso de liberalizaci�n y desregulaci�n de los movimientos de capital a escala mundial, que provoca la universalizaci�n del modelo de crecimiento econ�mico y de sociedad capitalista occidental, generalizando una �nica racionalidad tecno-cient�fica e imponiendo la l�gica de las empresas multinacionales y del capital financiero en todo el planeta. Esta primera aproximaci�n, ofrece la imagen de un mercado mundial en plena recomposici�n a trav�s de la intensificaci�n de los flujos de comunicaci�n, de la internacionalizaci�n de los mercados de bienes y servicios, de la naturaleza financiera de los procesos de acumulaci�n, del desmantelamiento del denominado Estado social y de la deslocalizaci�n y reconcentraci�n industrial. La globalizaci�n es, desde este punto de vista, la actual fase de desarrollo del capital. Sin embargo, podr�amos decir con Nietzsche que las palabras no tienen un significado original, que son siempre inventadas por las clases dominantes no para que indiquen un significado concreto, sino para que impongan una determinada interpretaci�n. A esa idea nos acerca precisamente la naturaleza polis�mica del concepto de globalizaci�n. La definici�n que condena a la globalizaci�n a ser �nicamente interpretada en las coordenadas capitalistas del neoliberalismo no es m�s que el concepto de globalizaci�n neoliberal. A partir de diciembre de 1999, cuando la movilizaci�n de la sociedad civil hizo fracasar el Millenium Round de la Organizaci�n Mundial del Comercio en la ciudad estadounidense de Seattle, se comenz� a hablar de otra globalizaci�n y a entender pol�ticamente en toda su complejidad la naturaleza polis�mica del t�rmino. Desde entonces, ha quedado claro que la globalizaci�n no es una �nica cosa y que los m�ltiples procesos que se reconocen en el t�rmino no est�n unificados ni son un�vocos. El movimiento de movimientos del que se empez� a hablar a partir de las jornadas de Seattle ha puesto de manifiesto reiteradamente que su tarea pol�tica no es s�lo resistir a los procesos globales que impulsa el neoliberalismo, sino reorganizar y dirigir la globalizaci�n misma hacia otros horizontes. La "globalizaci�n desde abajo", que se ha hecho posible sobre el mismo terreno de las tecnolog�as de la comunicaci�n que han contribuido a acelerar los procesos de "globalizaci�n desde arriba", no comprende a movimientos "antiglobalizaci�n". El sentido de esos movimientos no es cuestionar la globalizaci�n de forma general, sino combatir su modalidad neoliberal. En cierto sentido, las fuerzas contestatarias est�n prefigurando una red y un universo de una naturaleza m�s global e integral que las propias estrategias actuales del capital. La deriva que ha ido tomando el proceso abierto por el EZLN en enero de 1994 forma parte de este espacio com�n que concibe la acci�n pol�tica desde una l�gica global y que activa propuestas estrat�gicas que ahondan y se inscriben en los espacios de la globalizaci�n misma. Pese a la inicial y obsesiva pretensi�n gubernamental de encerrar el conflicto expl�citamente abierto por los zapatistas en los confines de una dimensi�n meramente localista y �tnica, ha quedado eminentemente clara la voluntad de globalidad que caracteriza las propuestas e iniciativas del EZLN. Prueba de ello es la estrecha e importante comunicaci�n construida con una sociedad civil nacional e internacional que, a diferencia de la relaci�n establecida con otros movimientos armados latinoamericanos en otras �pocas, no s�lo ha visto en la relaci�n con los zapatistas un �mbito para el ejercicio de la ayuda y la solidaridad, sino que ha entendido el zapatismo como una herramienta �til para pensar y construir realidades pol�ticas en muy diferentes lugares del planeta. La celebraci�n en julio y agosto de 1996 del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo en los cinco Aguascalientes del territorio rebelde chiapaneco es el momento en el que este deseo de globalidad se concretiza por vez primera. En aquel entonces, cerca de cinco mil personas de cuarenta y dos pa�ses diferentes compartieron con los hombres y mujeres zapatistas la construcci�n de redes y puentes para la constituci�n de una respuesta global al neoliberalismo. A lo largo de los �ltimos a�os esta cadencia global se ha ido agudizando paulatinamente. Su �ltimo episodio ha sido la denominada Marcha del Color de la Tierra y la concepci�n por parte del movimiento de movimientos de este acontecimiento como un cap�tulo m�s de su propio desarrollo, as� como la participaci�n activa de la sociedad civil internacional en la caravana que acompa�� a la delegaci�n zapatista durante todo el recorrido. Los zapatistas parec�an estar lanzando un mensaje a la opini�n p�blica y al propio movimiento ind�gena mexicano con la relevancia que otorgaron a la participaci�n "extranjera" en momentos y aspectos concretos de la marcha. Parec�an estar diciendo: "formamos parte de un movimiento global, que no se nos olvide nunca". Esta territorializaci�n global de los espacios del zapatismo tambi�n es observable en la m�sica y la cultura tecno. El tecno comparte el medioambiente de la globalizaci�n y tambi�n manifiesta un profundo deseo de globalidad con sus propuestas metodol�gicas y sus expresiones art�sticas. Su dimensi�n global se hace visible en su pretensi�n de transgredir constantemente los l�mites tradicionalmente existentes entre los terrenos de la composici�n musical y de la escucha, a trav�s de la redefinici�n de las nociones de autor, p�blico y concierto, coordenadas desde las que com�nmente se concibe la identidad y la acci�n en el �mbito de la m�sica. Su transgresi�n implica la ruptura con el esquema tradicional de producci�n musical desarrollado a lo largo del siglo XX. Los dos elementos fundamentales de dicho esquema son la producci�n estandarizada y masiva de una mercanc�a acabada y diferenciada a trav�s de las formas de la empresa capitalista y la producci�n de un ritual de interacci�n en el que se representa y sacraliza el propio momento de la producci�n y se celebra el control simb�lico de los medios de producci�n por parte de los denominados artistas. El resultado son las figuras del disco y el concierto como los elementos en los que se objetiva y sobre los que se articula la producci�n musical. La m�sica tecno, por el contrario, propone una redefinici�n de los roles de autor y p�blico y redimensionaliza la creaci�n musical en un �mbito plenamente colectivo. El patrimonio de la obra no recae sobre el autor formal, ni �sta es considerada como un objeto acabado. Las m�sicas est�n siempre en proceso y su caracter�stica fundamental es su naturaleza fungible, el hecho de que se realizan en el uso y que en su proceso de circulaci�n pueden ver alterada su composici�n y su estructura. El disco es un momento que solamente tiene sentido dentro de un conjunto de fragmentos que opera como nueva medida de la expresividad musical. Las obras est�n sujetas a un movimiento constante que se hace visible en la cultura de los platos, en la actividad performativa de los Dj's que componen nuevas obras a partir de la mezcla de fragmentos de diferentes composiciones musicales. El disco no es un fin, funciona como un medio. La creaci�n musical no es objeto de consumo pasivo, sino sujeto de uso activo y productivo. Uno de los fen�menos m�s importantes de este proceso de redefinici�n es la apertura de la creaci�n musical a aqu�llos que no son m�sicos, algo que el tecno hereda del punk y que comparte con el hip hop. Esta democratizaci�n de los medios se ha visto favorecida en los �ltimos a�os por las innovaciones tecnol�gicas y el desarrollo de la sociedad informacional. En una entrevista reciente el propio Manu Chao lo expresaba de la siguiente manera: "Creo que ah� la tecnolog�a ha sido muy positiva. Ahora todo el mundo tiene sus herramientas para poder crear. Hacer un disco ya no es tan caro como hace diez a�os". Todo aquel o aquella que posea una m�nima infraestructura t�cnica, una computadora con el software apropiado o un sampler, puede hacer m�sica en su casa. Es esta cierta socializaci�n del acceso a los medios de composici�n y difusi�n la que favorece un movimiento de feed back en la comunicaci�n entre autores y p�blico. En cierto sentido es la misma alteraci�n que propone el zapatismo con su concepci�n de la pol�tica: �sta no es una profesi�n que remite a una dimensi�n t�cnica de gesti�n de recursos, sino que forma parte de la propia naturaleza social del ser humano. El hombre y la mujer son animales pol�ticos que no se entienden sin su categor�a de ciudadanos, sin su participaci�n directa en la gesti�n y decisi�n sobre los asuntos p�blicos. La pol�tica es lo com�n. No puede ser un objeto de consumo pasivo, como indican los postulados de la mercadotecnia electoral, sino que debe ser vivido de manera activa y permanente por todos y todas. Esta idea se encuentra ya netamente expresada en la Segunda Declaraci�n de la Selva Lacandona, fechada el diez de junio de 1994. En ella el EZLN manifiesta que el derecho elemental m�s valioso del ser humano "es el derecho a decidir, con libertad y democracia, la forma de gobierno". De esta forma, la pol�tica aparece como elemento constitutivo de la vida social del ser humano que es reconocido como el derecho m�s elemental y m�s importante. La ruptura con la concepci�n sist�mica del hecho pol�tico es absoluta: el eje fundamental de la sociabilidad es el ejercicio colectivo de la pol�tica. Avanzar y profundizar en la democracia significa cuestionar la pretensi�n ideol�gica neoliberal de establecer el mercado como �nico principio de regulaci�n e intentar convertir el intercambio mediado por el consumo y el inter�s privado en los principios constitutivos de la sociabilidad misma. La pol�tica es cosa de todos y todas, su patrimonio es algo com�n, global. Precisamente uno de los puntos m�s importantes de las reivindicaciones y luchas que est�n protagonizando los pueblos ind�genas de M�xico, es su pretensi�n de ser reconocidos como sujetos pol�ticos, como ciudadanos. Es cierto que en sus discursos est� impl�cita una cr�tica a la concepci�n liberal de la ciudadan�a, una voluntad de estirarla y convertir al colectivo en el elemento determinante por encima de la enga�osa categor�a de individuo, pero en primera instancia lo que aparece inscrito en las reivindicaciones ind�genas como elemento m�s significativo es su determinaci�n de combatir a un poder que los condena a ser nuda vida, vida desnuda, vida sin derechos y sin atributo pol�tico alguno, meros objetos. Dj's y rave: el anonimato y la intersubjetividad. La m�sica electr�nica borra la centralidad que posee la figura del int�rprete en otras culturas musicales. Los Dj's no ocupan el centro de la escena ni se elevan por encima del p�blico, se integran en la multitud que baila al ritmo de la m�sica. Esta forma de estructuraci�n de los espacios en los que se desarrollan las fiestas tecno implica que no existe una l�nea unidireccional del int�rprete al p�blico y que los sonidos no poseen una naturaleza inm�vil, sino que como manifiesta Dj Scud son "algo hacia lo que te puedes mover". La m�sica constituye una autopista por la que transita la comunicaci�n entre los agentes convertida en un flujo: del int�rprete al p�blico, del p�blico al int�rprete. La l�nea divisoria entre sujeto de la enunciaci�n y objeto del enunciado se borra literalmente, desaparece en el fluir comunicativo de los sonidos. El espacio concreto y paradigm�tico de desarrollo de estas relaciones sujeto/sujeto que rompen con las l�gicas tradicionales asociadas a la categor�a cl�sica de concierto (sujeto-int�rprete/objeto-p�blico) es la rave, uno de los elementos m�s importantes de la cultura y la m�sica tecno. Una rave es una fiesta alegal o ilegal que se desarrolla al aire libre o en lugares que en un principio no est�n concebidos para tales eventos (casas y edificios abandonados, plazas c�ntricas de las ciudades, facultades universitarias, etc.). El momento �lgido de este tipo de manifestaciones del movimiento tecno se produjo a finales de los a�os ochenta y comienzos de los noventa. Aunque las derivas primigenias de la nueva m�sica electr�nica nacieron en los Estados Unidos, alcanzaron su difusi�n masiva en Europa, en ciudades como Berl�n y Londres. Precisamente fue en el Reino Unido donde entre los a�os 1989 y 1994 logr� su mayor difusi�n el fen�meno de las raves. Estas fiestas, atravesadas sistem�ticamente por la pretensi�n de provocar una comunicaci�n directa entre la m�sica y los estados de �nimo de la gente a trav�s de una modulaci�n consciente de la intensidad r�tmica, crecieron r�pidamente, llegando a congregar a miles de personas en numerosas ocasiones. Poco a poco fueron abandonando su primigenio esp�ritu de corte meramente hedonista para convertirse en formas pol�ticamente orientadas de control y gesti�n aut�noma y autodeterminada del ocio y de los espacios urbanos y rurales por parte de los j�venes. El aumento de la intensidad de su significaci�n y sentido pol�tico acab� por convertirlas en problemas de orden p�blico para las autoridades. En 1994 el gobierno brit�nico promulg� la Criminal Justice Bill, una ley que textualmente declaraba como acto delictivo cualquier concentraci�n no autorizada en la que se escucharan repetitive beats. Bandas y sounds systems como Spiral Tribe todav�a se encuentran en situaci�n de busca y captura. El car�cter alegal o ilegal de las raves hace que aparezcan como momentos excepcionales, como verdaderos acontecimientos. Precisamente es la parad�jica articulaci�n de un espacio y un tiempo excepcional con el arraigo que provoca la intensidad del ritmo y de las relaciones basadas en la vivencia de un presente com�n lo que otorga m�s fuerza a este tipo de eventos. Se trata de ef�meros y muchas veces espont�neos espacios r�tmicos compartidos en los que la multitud se cohesiona a trav�s de un contagio afectivo que produce una sincronizaci�n de individuos y grupos que viven colectivamente una organizaci�n r�tmica particular en un momento concreto. Esta experiencia comunitaria ef�mera conforma amorfas agregaciones de personas que interact�an a trav�s de la m�sica y que chocan frontalmente con la idea de una masa jerarquizada, afiliada a un l�der o a una instituci�n, que sigue un sistema de creencias que ordena y determina el espacio y el tiempo. Es un ejercicio masivo de interacci�n entre elementos que no poseen una afinidad natural o directa que se desarrolla a trav�s de la empat�a que origina el ritmo, por la corriente que arrastra la m�sica. El bucle r�tmico que une a la gente que baila y al Dj que pincha la m�sica y mezcla los ritmos sintetiza la naturaleza intersubjetiva de las raves. Los Dj's carecen de un programa establecido, la m�sica es un puro devenir que se produce seg�n las reacciones de la gente que se expresa en el baile. Se hace camino al andar. La improvisaci�n constituye uno de los elementos m�s relevantes en este sentido, una improvisaci�n que precisamente impide al Dj la repetici�n, la copia de s� mismo, la autorreferencialidad. Desde este punto de vista, el Dj aparece como un flujo que se agudiza como tal a trav�s de los continuos juegos de seud�nimos que ocultan identidades y nombres reales, que se crean para radicalizar el anonimato y constituir una m�scara simb�lica que posibilita la constituci�n de verdaderos mitos. Resulta divertido imaginar el paralelismo entre las caracter�sticas y cualidades de las raves y de los Dj's que hemos enunciado y el zapatismo. Es solamente un juego, pero un juego que sorprende por el c�mulo de coincidencias en el seno de mundos tan lejanos. La proposici�n inicial del juego es atrevida: la rave opera como met�fora eficaz que condensa el significado y la naturaleza de la democracia y la pol�tica que se deduce de las propuestas y las iniciativas del EZLN. El zapatismo es "algo hacia lo que te puedes mover", tal y como Dj Scud define los sonidos en la m�sica tecno. Seg�n el propio Subcomandante Marcos, una de las cosas m�s importantes de la Marcha del Color de la Tierra que protagoniz� el EZLN en 2001 es que al final de ella no s�lo los zapatistas pudieron decir "nosotros marchamos por tal comunidad", sino que las propias comunidades por las que pas� la marcha han podido decir "nosotras marchamos a los zapatistas". Este juego de espejos, esta ruptura de la l�nea divisoria entre sujeto del camino y objeto caminado, es precisamente uno de los elementos m�s relevantes del discurso zapatista. Se trata de una concepci�n de la sociedad y de la pol�tica atravesada por una l�gica de la intersubjetividad que no es ajena a la cultura de los propios pueblos mayas del sudeste mexicano. La estructura de la lengua tojolabal, por ejemplo, determina que todas las personas y cosas representamos sujetos. Se trata de una lengua ergativa, es decir, un orden ling��stico en el que las descripciones verbales de acontecimientos exigen de la presencia de una pluralidad de sujetos y de la exclusi�n de toda clase de objetos. Las estructuras sint�cticas empleadas por los hombres y mujeres tojolabales aluden a relaciones entre varios sujetos actores, mientras que las propias del castellano hacen referencia a relaciones que se establecen entre sujetos actores y objetos que reciben la acci�n de esos sujetos y que funcionan como objeto indirecto desde el punto de vista gramatical. En cierto sentido, el "Ya basta" zapatista del primero de enero de 1994 no significa m�s que la determinaci�n colectiva de luchar por una intersubjetividad general que ponga fin al papel de objetos al que hist�ricamente se ha condenado a los pueblos indios mexicanos y a los explotados y ninguneados de la tierra. Como las raves, que burlan el control y las imposiciones de las autoridades, el zapatismo constituye un gesto desobediente, un ejercicio colectivo y decidido de desobediencia civil. La pancarta que en agosto de 1994 daba la bienvenida a los asistentes a los actos de la Convenci�n Nacional Democr�tica en el primer Aguascalientes construido por los zapatistas en Guadalupe Tepeyac no s�lo catalogaba la selva Lacandona como "cuna del EZLN y rinc�n digno de la patria", sino que tambi�n la defin�a como "guarida de transgresores de la ley". El texto no dejaba lugar a dudas. La espectacular ofensiva realizada por el EZLN en diciembre de 1994 que dio lugar a la creaci�n de los treinta y dos Municipios Aut�nomos en Rebeld�a zapatistas, puso tambi�n de manifiesto la voluntad de controlar y gestionar aut�nomamente espacios y territorios concretos. El paralelismo con el esp�ritu de la cultura tecno que encuentra en las raves, aut�nticas experiencias de control y gesti�n del ocio y el espacio, uno de sus medios de expresi�n m�s importantes es tan disparatado como notable. La multitud amorfa que da cuerpo a las raves, posible gracias al consenso movido por el propio ritmo entre sujetos heterog�neos que no interact�an mediante afinidades naturales, se asemeja enormemente a la multitud que acompa�a cada paso p�blico y abierto que da el EZLN. La propia categor�a de sociedad civil tan acu�ada por los zapatistas induce a pensar en esa idea: un conjunto amorfo conformado por sujetos muy diversos que se mueven m�s por esquemas de afinidad afectiva que por la existencia de una supuesta homogeneidad ideol�gica. Por eso precisamente el zapatismo habita el puente que hay entre la cabeza y el coraz�n, por eso es de la tripa. Porque sabe agitar y movilizar las empat�as con una enorme inteligencia y eficacia, porque tiene que ver sobre todo con los afectos. La simbiosis entre la figura del Dj y las gentes que se agitan por el ritmo en una rave, el flujo comunicativo entre ambas realidades y su fusi�n a trav�s de la m�sica, son la manifestaci�n concreta de un caminar preguntando: el Dj no es m�s que un selector de frecuencias que consulta cada paso que da, que escucha permanentemente el deseo de los otros. Su permanente b�squeda del anonimato queda eficazmente ilustrada con el siguiente dato: a falta de artistas reconocibles el calificativo que m�s frecuentemente utilizaba la prensa musical para referirse al tecno antes de su eclosi�n era faceless, sin cara. Los Dj's no son individuos, son condividuos, singularidades m�ltiples atravesadas por flujos comunicativos que exceden los l�mites de la identidad y del cuerpo individual y que, adem�s, no facilitan mucho las cosas a polic�as y jueces. Los seud�nimos y los nombres m�ltiples son frecuentes no solamente en el mundo de los Dj's y de la m�sica tecno. En la pel�cula Spartacus, de Stanley Kubrick, todos los esclavos derrotados por Crassus afirmaban ser Spartacus, de la misma manera que todos los zapatistas son Marcos. El pasamonta�as es la estrategia que permite a los zapatistas la pr�ctica del anonimato, la articulaci�n de una identidad difusa que expresa la voz de nadie en general y de todos en particular. Marcos es un nombre colectivo que no s�lo deconstruye simb�licamente la figura del l�der o el jefe al acompa�arse del t�tulo "subcomandante", el grado m�s bajo en el escalaf�n militar, sino que adem�s opera abiertamente como mito: constituye un signo vac�o, un lugar que puede ser llenado con numerosas historias y leyendas, as� como convertirse en expresi�n y punto de identificaci�n de las m�s variadas fantas�as. El sampling: la mezcla y el h�brido. Otro de los elementos b�sicos de la m�sica tecno es el sampling, es decir, el empleo de sonidos provenientes de grabaciones diferentes mediante un sampler, una m�quina que graba y reproduce frecuencias de sonidos. Junto al mix, la actividad del Dj que mezcla los discos entre ellos, el sampling permite la introducci�n de extractos de obras musicales de otros tiempos en las nuevas composiciones. El deseo de novedad radical que mueve a la nueva m�sica electr�nica no implica romper con el pasado ni con los v�nculos con la tradici�n. La experimentaci�n en la cultura tecno no se opone a la experiencia. El m�sico Susumu Yokota lo expresa as�: "Los sonidos son producto de mi memoria, incluyendo los que no he experimentado directamente, como un dej� vu. Como una escena sacada de las pel�culas de mi memoria, aunque no pueda decir de qu� pel�cula exactamente". Hay una relaci�n directa entre el sampling y la memoria como algo que remite a una realidad viva: la utilizaci�n frecuente de antiguas grabaciones muestra que no se trata de m�sica muerta, que a�n posee potencialidades que desarrollar y virtualidades que actualizar. El pasado no est� cerrado. Sin embargo, en las composiciones tecno no emerge una mezcla de cosas previamente existentes, se produce algo nuevo, una nueva articulaci�n de elementos que han dejado de ser lo que eran y que constituyen una nueva disposici�n. El sampling nos acerca al �ltimo cap�tulo del juego de espejos que nos hemos propuesto: la hibridaci�n y el recurso permanente a la memoria son espacios comunes que comparte con el zapatismo. El EZLN es un h�brido, una mezcla muy otra, un cocktail que da lugar a una disposici�n completamente nueva de los elementos que se combinaron y que ya han dejado de ser lo que antes eran. Por un lado, la cultura pol�tica revolucionaria que portaban en sus mochilas los primeros que iniciaron la aventura hace unos dieciocho a�os. Por otro lado, la cosmovisi�n y las estructuras socioculturales de las comunidades ind�genas chiapanecas. Del choque entre ambas dimensiones y realidades se da una mezcla que ya no es la suma de las partes, sino algo nuevo: el zapatismo. Producto de puro sampling. Nota. La elaboraci�n de este texto no hubiera sido posible sin el trabajo de investigaci�n sobre el tecno desarrollado por Amparo Las�n e I�aki Mart�nez de Albeniz y plasmado en su interesant�simo art�culo "El tecno: variaciones sobre la globalizaci�n", publicado en el n� 36 de la revista Pol�tica y Sociedad (Facultad de C.C. Pol�ticas y Sociolog�a de la UCM, Madrid 2001). Tampoco sin la inestimable informaci�n sobre m�sica electr�nica proporcionada por Isidro L�pez. "Como cada uno de nosotros era varios, en total ya �ramos muchos. Aqu� hemos utilizado todo lo que nos un�a, desde lo m�s pr�ximo a lo m�s lejano. (�) �Por qu� hemos conservado nuestros nombres? Por rutina, �nicamente por rutina. Para hacernos nosotros tambi�n irreconocibles" (Gilles Deleuze y F�lix Guattari, Mil mesetas, Pre-Textos, Valencia, 1994). Este texto es riguroso copyleft. Se permite su libre reproducci�n por cualquier medio siempre y cuando su circulaci�n sea sin �nimo de lucro y esta nota se mantenga. Revista Rebeld�a _________________________________________________________ Do You Yahoo!? La mejor conexi�n a internet y 25MB extra a tu correo por $100 al mes. http://net.yahoo.com.mx _______________________________________________ Nettime-lat mailing list [email protected] http://amsterdam.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat